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martes, 11 de diciembre de 2012

Es el lugar preferido para sentarme a fumar esos cigarrillos que tanto me gustan, si, los que se les truena la pequeña bolita de menta, lo prendo, inhalo el humo que entra hasta mis pulmones, lo saboreo, siento la relajación por todo mi cuerpo y sigo leyendo uno de esos libros que tanto acostumbro esta apunto de acabarse el cigarro y me quema. Me estremezco, pero vuelvo a prender otro. A veces me pregunto cómo me puede gustar ese humo, sin color, sabor y sin consistencia. Ese que te deja los dientes amarillos con el paso del tiempo y un mal sabor de boca y lo peor es que te va matando poco a poco.. lentamente sin que te des cuenta. Es algo extraño, tan extraño como lo que siento por el. Tiene millones de defectos. Y aún así, me gusta, me resulta difícil dejarlo al igual que el cigarro.¿Será porque son las únicas cosas que me hacen sentir bien cuando estoy en medio de algún problema?

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