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jueves, 3 de enero de 2013

Hace unos días de esos raros, que no sabes porque, pero te sientes tan triste, como si te acabara de pasar la peor tragedia del mundo y lo peor es que te encuentras en la oficina, con un café por un lado, enfrente del ordenador, escuchando esas canciones que tanto te recuerdan a ya sabes quien. Cantas esa melodía que a él le gustaba porque tú se la enseñaste. Y entonces ¿después qué? ¿qué sigue?¿llorar como hace meses por esa tontería? pues si, sabes que si, esperas la hora de salida sólo para llegar a tu habitación pero no sin antes pasar al congelador por tu delicioso litro de nieve de limón, si.... esa que tanto le gustaba a él y a ti, el litro de nieve que siempre se comían en un sola sentada, te sientas en tu cama y ahora si empiezas a ver una película, y a comer como un maldito puto puerco y no puedes acabarte el maldito litro de nieve porque te falta él, te sientes llena pero sigues y sigues, y es ahí cuando empiezas a llorar, cuando recuerdas todas las risas, los juegos, todos los momentos inolvidables, las miradas, esas miradas que sólo tú conocías, las caricias, esas malditas caricias que sólo el sabía donde y como hacerlas porque te conocía a la perfección y ahora ya sabes porque te sientes tan triste, desde un principio lo supiste pero no querías aceptarlo. Sabes que lloras porque lo extrañas tantísimo que no sabes que hacer con tanta soledad a tu alrededor.




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